Historias ocultas en la selva
Tribus de la Amazonia Ecuatoriana
Dejando atrás el valle de los volcanes, en lo más profundo del Amazonas, donde las nubes vuelan a ras de suelo. Es allí donde el viajero no alcanza a ver la frondosidad de los bosques que le rodean, donde habitan numerosas y ancestrales tribus. La región de Pastaza y Sucumbíos es su paraíso. La selva simboliza la vida, la casa de los espíritus. Para los Huaoranis, también llamados hijos del jaguar, el agua que corre por los ríos es la sangre que corre por nuestras venas, dañar la naturaleza supone dañarnos directamente a nosotros mismos. Cada pueblo rinde culto a esta exuberante naturaleza de una forma distinta, pero todos se guían por los mismos principios: paz y armonía. Los habitantes de estas lejanas tierras se pasean descalzos por los bosques, vestidos con coloridas semillas y plumas del tucán, con la cara pintada imitando la figura de una sinuosa serpiente, como los Andoa, probablemente una de las tribus más misteriosas del Amazonas. Han logrado camuflarse y esconderse como este animal en las profundidades de la selva durante más de 500 años sin ser descubiertos. Por lo tanto, todo lo que se sabe de ellos es reciente y más bien escaso. Solo quedan unos 800 individuos Andoa en la región de Pastaza, y lo que tienen que contar probablemente no esté escrito en los libros de historia. Aunque si hablamos de estar en el límite de la existencia o la extinción, mejor preguntarle a los Záparas, los cuales no pueden casarse entre sí ya que sus relaciones de parentesco son demasiado cercanas, lo que paradójicamente les pone en una situación algo “comprometida”.
La gran mayoría de estas tribus utilizan el yagé o ayahuasca, una bebida con propiedades alucinógenas utilizada para leer los sueños, como los Achuar, cuyas visiones dicen ser una ventana hacia el alma del ser humano. Los Secoya, Siona y Cofán también la utilizan en numerosos rituales, portando sus grandes collares hechos con 32 colmillos de jaguar, nada más y nada menos. Los chamanes o sabios la recetan como cura del alma, el cuerpo o la mente. Ellos son capaces de ver todo lo que Chiga creó en su día, el universo. Cuando se toma el yagé, el chamán se convierte en una boa o un tigre, es capaz de ver el futuro y ahuyentar a los espíritus malignos.
La espiritualidad es otro rasgo característico muy presente en todos los aspectos de la vida de estos pueblos. Los Sarayakus o Kichwa piensan que existe una gran conexión entre lo natural y lo sobrenatural en estos bosques, por lo que poner en peligro este entorno conllevaría también perder algo más allá de lo terrenal, algo que vive en todos nosotros y es inconcebible por el hombre. Los Shiwiar manifiestan este rasgo practicando numerosos cánticos a modo de mantra, casi como un rezo, para que traigan prosperidad al grupo y fortalezcan la relacion entre los miembros.
Pero si hablamos de espiritualidad llevada al máximo exponente tenemos que hablar de los Shuar o Jíbaros, nombrados así por los colonizadores. Con una ancestral reputación de guerreros temibles, los Shuar han sido la única tribu del Amazonas jamás conquistada por el imperio español. Durante miles de años han perfeccionado el arte de la reducción de cabezas, o como ellos lo llaman, tsantsa. Para ellos este rito supone identidad, ya que es propio únicamente de los Shuar. En el pasado representaba el triunfo, poder, orgullo. El tsantsa era más que un simple trofeo de guerra, mucho más allá del plano simbólico. Dentro de un ideario en el que los espíritus de los muertos eran tan peligrosos como los de los vivos, las cabezas reducidas escondían un uso mucho más práctico: era una forma de garantizar la seguridad para sus familias y su pueblo. Cuando vencían a un enemigo, se pensaba que su espíritu podía hacer daño a su familia incluso después de muerto. Por este motivo reducían la cabeza, les sellaban los ojos y les cosían la boca, para que el espíritu maligno del enemigo no pudiese escapar. Si buscabas experiencias que te rompieran los esquemas, aquí tienes dos tazas.
«La cultura de las étnias amazónicas está impregnada de mitos, religión, creencias, costumbres, leyendas. Etnias que a través del tiempo se han caracterizado por su conocimiento del cosmos, su relación con la naturaleza y todos los seres vivos, los cuales se complementan como uno solo y que corre el riesgo ante la transculturación que queden en el olvido donde ellos y nosotros perderíamos tan significativo saber.
No se puede imaginar todo el conocimiento milenario que envuelven, que viene desde sus antepasados o como ellos mismos llaman “desde hace mucho tiempo”; esto les ha permitido sentirse parte activa de la naturaleza que los rodea, donde los fenómenos naturales tienen un significado: su relación con los espíritus antecesores. También el conocimiento de las plantas con las que buscan las curas a las enfermedades. Ese conocimiento ancestral es el que los lleva a valorar la vida desde el mismo vientre. Todo esto es sólo una muestra del conocimiento milenario el cual hay que preservar y divulgar.
Son hombres de montaña, hombres de río como espejos del alma, de sueños, hermanos de la lluvia, del canto de las ranas, del viento que mece los árboles erguidos como ellos, viajeros de caminos ancestrales que no renuncian a la memoria.
“Gente del bosque”
Las naciones Siona y Secoya no solo comparten un vasto territorio en la selva húmeda tropical de Ecuador, Perú y Colombia sino también el dialecto Tukano, entre ambas no superan los 1000 habitantes desperdigados en pequeñas aldeas entre una vegetación exuberante donde podremos encontrar toda la gama de verdes imaginables, atravesada por grandes ríos y cientos de sus afluentes, sus canoas son el principal medio de transporte. Estas comunidades son bien conocidas por su increíble conocimiento sobre plantas medicinales incluido el “yahé” (Ayahuasca) que se utiliza para la “purificación del alma”.
Es una sociedad igualitaria donde hombres y mujeres cooperan y se complementan, siendo el “chaman mayor” el jefe de la comunidad quien ejerce más influencia que autoridad encargándose también del diagnóstico y tratamiento de las enfermedades como de los rituales de protección. La “brujería” se aplica como una sanción sobrenatural.
Las tareas se reparten armoniosamente, los hombres cazan, trabajan la madera haciendo las casa y canoas, las mujeres se encargan de la cocina y crianza de los niños, todos pescan, plantan y cosechan. Algunos hombres llegarán a ser jefes o chamanes y algunas mujeres serán las parteras y herbolarias.
Su dieta se basa en la mandioca, el maíz, el plátano y carne de más de 60 especies, monos, tortugas, caimanes, etc.
Producen hermosas artesanías de uso cotidiano en madera, cerámica, plumas, tela de corteza de árbol como distintos tejidos en fibras vegetales.
Sus casas son de madera con techo de paja y elevadas del suelo en pilotes para preservarlas de la humedad y darle circulación al aire.
No tienen reglas de herencia ni propiedad privada.
Su vestimenta es colorida con adornos de plumas, dientes de animales y flores que complementan con pinturas naturales en cara, brazos, piernas y labios.
Son animistas , creen en espíritus que habitan en la naturaleza, en el inframundo, la tierra y distintos reinos celestiales.
Sus ceremonias y rituales se realizan cuando el chaman lo cree necesario, son comunales y la principal es el “yahé” o ayahuasca con la que se comunican con el mundo espiritual.
Río Amazonas, Ecuador
Todo el año. Hay que tener en cuenta que de Diciembre a Marzo algunos ríos no son navegables por ser la época más seca. Si podemos elegir iremos de Octubre a Noviembre